Al fin y al cabo son nuestras costumbres y hay que respetarlas.
Tras un trabajaco de 40 páginas sobre los ERE y la cultura política andaluza aquí dejo las conclusiones.
Si los ERE fraudulento y las facturas
falsas de UGT o CCOO han perjudicado a
alguien en el plano económico, social y político ha sido, en última instancia,
a la ciudadanía. Una ciudadanía que, sobre el papel, ve sus intereses
representados por los partidos políticos andaluces, que se hospedan en el
Parlamento Andaluz. De este emana el poder legislativo y a través de una
elección indirecta el ejecutivo, otorgándoles la capacidad de gobernar. Pero el
parlamento también tiene en su haber la función de controlar. Debe comprobar
que lo que se hace con el dinero público, con el dinero de todos, sea acorde a
la norma en espíritu y letra. El caso de los ERE ha puesto de manifiesto que
ese control no es efectivo.
El País; Edición digital |
Al no ser efectivo hubiera sido de ser
de esperar que sea la ciudadanía quién, bien a través de acciones legales o de
actos violentos, muestre su descontento. No hubiera sido descabellado, en un
contexto de crisis galopante y miseria imperante, ver a cientos de personas a
las puertas del Parlamento Andaluz armados con hoces y antorchas reclamar la
cabeza de Griñán y las sedes de UGT saqueadas. A nadie hubiera extrañado un
cambio de partido en el gobierno. No hubiera sido una sorpresa para nadie, en
definitiva, las masas enfervorecidas dejaran bien claro su desacuerdo con todo
el tema de los ERE.
Pero no hemos encontrado con una serie
de condicionantes que han impedido no ya sólo una acción directa, sino también
las institucionales. Nos encontramos con que el principal partido de la
oposición en Andalucía tiene a todo el aparato del partido central con casos de
corrupción hasta las barbas. Que el tercer partido en votos sigue sin ser lo
bastante fuerte y que la sangría de apoyos que estaba sufriendo el PSOE se ha
detenido.
Seguramente nunca sabremos con exactitud
la magnitud del caso de los ERE fraudulentos o de las facturas falsas de UGT.
Posiblemente sea tanto un problema estructural en el que se hace casi imposible
controlar un volumen de dinero, negocios y datos demasiado grandes como una
actuación de mala fe.
Pero sí que llama la atención la actitud
pasiva de la ciudadanía en las últimas elecciones. Aunque si miramos hacia
Valencia asistimos atónitos a como el PP, liderados por Fabra Jr, Camps y
Barberá conservaban el poder gracias a las urnas. ¿Era un primer aviso?
También es justo reconocer que en el
voto de una persona influyen muchas otras variables como la situación personal,
el componente ideológico o la campaña electoral. Puede que incluso en mitad de
una sociedad postmoderna la influencia de estos factores sea algo secundario y
que lo que prime sea el interés personal y en una red clientelar típica el voto
ya esté decidido de antemano.
Son, en suma, muchos factores los que
explican la permanencia del PSOE en el poder, entre ellos que ningún otro
partido haya sido capaz de presentar otra propuesta especialmente fuerte o de
recabar los suficientes apoyos para gobernar en solitario.
Pero a la pregunta que nos hacíamos al
principio de este trabajo, si el caso de los ERE ha afectado a la cultura
política andaluza, podemos decir que sí. Las fechas en las que los sentimientos
negativos hacia la política y la clase política se intensifican cuando el caso
de los ERE aumenta en difusión. Pero también es verdad que es en ese momento en
el que la crisis económica se agrava, lo que sin duda actúa como elemento
distorsionador.
Sí podemos afirmar que el escándalo de
los ERE fraudulentos ha tenido sus consecuencias. A nivel de los partidos
político (el PSOE parece estar en medio de un proceso regenerativo interno) y a
nivel institucional (se ha apartado a todo aquél imputado y varios de ellos han
dimitido).
Qué otras consecuencias tendrá todo esto
tanto en el psique como en la cultura política andaluza solo el tiempo lo dirá.
Pero este tipo de escándalos sólo sirven para que la ciudadanía se vea cada vez
menos representada en una clase política a la que mira con todo menos con
simpatía.
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