Ala, que os sea leve a todos.
¿Individualidad en Sociedad?
Si eres perroflauta o sociólogo seguramente ésto no te mole.
El
individuo nace en el colectivo. Es un hecho natural y que, espero, no necesita
de más explicaciones. Ya sabéis, chico conoce a chica, pim pam pum, toma lacasitos.
A
su vez el individuo crece y se forma en el colectivo. Se puede debatir más o
menos, pero lo cierto es que si puedes leer éstas líneas es porque has crecido
en una sociedad que te ha enseñado a leer un sistema de códigos que llamamos
escritura y lenguaje. Por
tanto, si el individuo nace, crece y se forma en sociedad (al menos en un
porcentaje suficiente para perpetuarse a sí mismo), ¿hemos de entender que la
sociedad es lo que está por encima?
Atendiendo
a ésta idea uno no puede evitar pensar que los individuos actúan como parte
de un todo, de una mente enjambre que se mueve por voluntad propia. Llámalo
mano invisible, llámalo estructura. Llámalo como quieras.
Si
a ésta forma de pensar añadimos las tesis de Foucault sobre
la normalización y el sujeto sujetado la verdad es que nos queda un panorama
curioso. El sujeto es parte imprescindible de la sociedad o la civilización, pero
carece de poder (ni siquiera las élites, que no dejan de ser parte de esa sociedad) para modificarla. Ésta sociedad, éste
enorme abstracto, se retroalimenta de los individuos, educa a las élites, crea
las estructuras y sujeta al sujeto.
Todo
éste tinglado no deja de ser la pescadilla que se muerde la cola. El sujeto
nace en sociedad. El sujeto ayuda a crecer a la sociedad. ¿Es posible romper
éste círculo vicioso? ¿Es siquiera bueno romperlo?
Lo
comentaré más adelante, pero quiero centrarme en la idea de ruptura. ¿Cómo va a
romper el sujeto con su sociedad y cultura? Por su propia definición, al crecer
en comunidad, el individuo bebe de éstas y se convierte en lo que la sociedad
desea. Es una idea terriblemente determinista y que a muchos no gustará, pero
es así.
Por
supuesto, aquí muchos me dirán que no es así, que existe el libre albedrío, que
tenemos libertades y derechos. Que elegimos lo que queremos hacer y cómo
queremos hacerlo…
La
sociedad nos dice qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo en todo momento. ¿Quieres
tener un buen trabajo? Estudia ésta carrera. ¿Deseas llamar la atención y ser
único? ¡Haz esto como todos los demás!
Forma una familia. Haz ejercicio. Come cuatro o cinco veces al día. Pasa
tiempo con tus amigos. Haz feliz a tu pareja. Lee periódicos. Viaja. No
consumas en exceso. Dona dinero a las ONG’s. O no lo dones. Vota. O no votes.
Adopta una niña china. Mantén el contacto con tu familia. No abandones a tus
mayores. Leches, es que es algo tan evidente que hasta la publicidad se hace eco y mofa de ésto:
Los
mensajes, muchas veces contradictorios, se entrecruzan. El pensamiento original
y único ha quedado relegado en una serie de actos que trata de crear sujetos
iguales. Con las suficientes diferencias para que se sientan únicos y realizados, idea basada en los mensajes contradictorios, pero
que en esencia son la misma criatura.
Pongamos
el ejemplo de los perroflautas (dicho con todo el cariño del mundo) que pululan
por las facultades de Políticas y Filosofía. En su afán por volverse únicos y
antisistemas han copiado y perpetuado unas pautas que los acaba definiendo como
grupo. La sociedad ha asimilado y hecho suyas éstas pautas y enviando un
mensaje: ¿quieres ser único y rebelarte contra la sociedad? Haz esto que te
decimos. Y en el proceso no dejan de ser un elemento más del conjunto. Parece increíble, pero es la sociedad quién les dice cómo salir de la sociedad. Y sin que lo sepan siguen formando parte del conjunto.
Como
decía, ¿se puede luchar contra esto? Sí. ¿Se puede erradicar? No. Pero un no bien rotundo. Como suena, con todas las letras.
¿Cómo
hacerlo? En serio, ¿cómo podemos erradicar una parte de lo que nos hace ser
lo que somos? ¿Haciendo sociedades cerradas y más pequeñas? Lo único que
conseguirías, como ocurre en los pueblos con escasa población, es crear un
clima opresivo.
¿Cambiamos
el modelo educativo? ¿Lo hacemos completamente público? Si pensamos eso
olvidamos que el Estado es una herramienta de control y manipulación, una de
las más fuertes (pero no sofisticadas) del abstracto es que es la sociedad. ¿Lo
privatizamos entonces? ¿Para qué? ¿Para conseguir una homogenización basada en
el poder económico de cada familia? Probablemente el elemento normalizador fuera
aún mayor y sólo conseguiría que los ricos fueran una élite más fuerte todavía.
Algunos
aquí hablarán de que éste elemento normalizador no es tan malo. Que al final
estoy dando la razón a los comunitaristas (y esos sujetos tan simpáticos como
son los nacionalistas) cuando razono así. Tal vez tengan razón, tal vez el
colectivo sea lo reinante.
Pero
aquí, que es cuando llego al final y retomo la preguntada de si es bueno romper
ese círculo vicioso, pretendo denunciarlo. Pretendo que quede claro que me parece una idea horrible.
Sí.
Lo es. Lo es si queremos ser libres por completo. ¿Es ésta libertad una
quimera? Para Foucault así era, al menos hasta que se fue a Estados Unidos y,
digamos, amplió su círculo de amistades.
A
lo que iba, si se impone (esta palabra tal vez no sea la mejor por sus connotaciones) la idea de individuo como elemento central, por su
propia definición, se dejará atrás la idea de colectivo, que tantos problemas
nos ha dado hasta ahora.
Pero
tampoco podemos dejar atrás a la sociedad aunque sólo sea, como diría nuestro
ministro de interior, por preservar la especie. Se hace necesario pues
encontrar una forma de unificar la idea de individuo que crezca con la
suficiente libertad en sociedad para crear como individuo único. La
socialización y normalización resulta inherente, pero hemos de buscar una forma
de hacer que ésta sea mínima.
Para
ello hemos de encontraren un sistema político que nos permita conjugar ambas
ideas. Pero eso, amigos, es otra historia y será una futura entrada en el blog.
Así
que me despido con esto, que nunca está de más:
¡Limpiad
ese Ruck!